Hace más de dos años escribí sobre la tierra no prometida, un escrito profundamente íntimo que decidí, incluso, leer entre sollozos y lágrimas (risas) delante de 15 extraños como un ritual para coser la herida con palabras y letras. Como dicen hoy en día: yo siendo yo (risas).
Escribí la tierra no prometida porque pensaba que la prometida se me había sido negada, arrebatada. Había hecho una promesa ante Dios y mi familia, una promesa en el sacramento de la fe católica. Un día la promesa se rompió, todo había terminado, se esfumó, desapareció.
Sentía -en ese momento- que había sido arrojada, sin mi consentimiento en un lugar ajeno, extraño, agreste (risas). Luego encontré, por otras circunstancias de la vida, que no hay experiencia más linda y enriquecedora que lo extraño, lo ajeno (pero eso es otra historia, otro escrito).
Lo que no había entendido al momento de ese primer escrito era que el peregrinaje había iniciado, mucho tiempo atrás del que yo creía. Tengo y he tenido una búsqueda interior fuerte, una pulsión enorme por explorar los estados y condiciones humanas, sobre todo la propia. No es deliberado que vaya a terapia desde hace más de 20 años (risas), de manera intermitente, claro está, como se hacen esos procesos, lentos, sin afán.
El caso fue que el peregrinaje me llevó por la falsa “tierra prometida”, me atravesó por la NO prometida, pero sobre todo me condujo a casa, a volver, a buscarme, a encontrarme. La tierra prometida eres TÚ.
Esto no es una apología al individualismo, a la vida solitaria que nos están pretendiendo vender, que está volviendo la sociedad cada vez más atomizada. Todo lo contrario, es una defensa a la verdadera unidad, a entender que, solo amando de verdad a los otros, sabremos que hemos vivido. Pero antes de eso hay que conocernos, porque nadie ama lo que no conoce. Luego amarnos para poder dar amor, porque nadie da lo que no tiene. Solo después de eso, podremos amar a los otros y saber de qué va la vida.
Pd. Para la curiosidad, quienes no conocen el escrito, les dejo el link: La tierra no prometida (Antes sentiría mucha vergüenza, ahora estoy más grandecita (risas) y puedo integrar casi todo lo que he sido, incluida mi versión más dramática y cursi).